Decía un viejo amigo, gran historiador, que España era como el “rey midas, pues afirmaba, todo lo que tocaba, entraba en decadencia”. Y proponía como prueba fehaciente de su teoría la descripción de las tres monedas de oro que, como señal de sometimiento del monarca al poder espiritual del Papa, habían enviado como regalo a Roma, al comienzo de sus mandatos, los tres emperadores españoles: Felipe II había enviado una moneda de oro de muchos quilates, hecha con metal llegado del Perú. Felipe III, habría enviado una moneda de las mismas proporciones pero ya mezcla de oro y plomo y, finalmente, Felipe IV, habría remitido una moneda de plomo recubierta con una chapita de oro.