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Iglesia y democracia

El papa Benedicto XVI, en los primeros e intensos días del comienzo de su extraordinario pontificado (2005-2013), en los que devolvió la paz a los corazones inquietos y confirmaba, con sus palabras y seguridad, a los obispos, sacerdotes, religiosos y pueblo fiel, en la fe de siempre y, de ese modo, al devolverles la esperanza, subrayaba muchas veces dónde estaba el verdadero enemigo: la dictadura del relativismo.

En las manos de Dios

Precisamente, en estos días de la pandemia, mientras andamos haciendo cosas, entretenidos con mil asuntos y dedicando tiempo a la oración, a la lectura, a estar con los nuestros, a hablar con los amigo y familiares, a estudiar atentamente las curvas de la epidemia para vislumbrar la llegada de la libertad, conviene volver una y otra vez a la conciencia clara “de estar en las manos de Dios”.

Dar gloria a Dios

Verdaderamente son días de una gran alegría interior, pues llegamos a la alegría de la Pascua y de la pronta vuelta a la normalidad para llevar a quienes nos rodean la alegría de Cristo resucitado y de cómo hemos sido llamados a vivir por Él, con Él y en Él. Son días para recordar cómo Cristo ha vencido a la muerte y al pecado y nos ha abierto las puertas del cielo. Efectivamente, decía san Josemaría en un punto inolvidable de su obra de meditación, Camino: “Si la vida no tuviera por fin dar gloria a Dios, sería despreciable, más aún: aborrecible” (Camino, n. 783).

El más allá

Indudablemente, estamos viviendo unas semanas muy especiales, con Semana Santa incluida, en la que los cristianos del mundo entero estamos procurando rezar muy unidos al Santo Padre Francisco, identificados con Cristo en su Pasión y su muerte por todos los pecados de todos los hombres de todos los tiempos.

La belleza literaria

La belleza como camino certero para llegar a Jesucristo ha sido repetidamente recomendado en estos últimos años por Benedicto XVI y por el papa Francisco en sus encíclicas y homilías.

La primera Semana Santa

Es importante volver la mirada a Cristo y más en esta Semana Santa, para descubrir, entre otras muchas cosas, que el camino directo para encontrar a Dios es conocer a Cristo y, por tanto, lo mucho que Él ha lecho por todos y cada uno de nosotros los hombres de todos los tiempos.

Guía docente

Aprovechando la reclusión por motivos sobradamente conocidos de todos, he podido dedicar un tiempo extenso a elaborar una guía docente sobre la asignatura de historia de la Iglesia moderna y contemporánea. A lo largo del trabajo han brotado algunas ideas que me parece conveniente compartir.

La fe como encuentro

En una de las homilías de san Josemaría Escrivá de Balaguer, recogidas en el volumen póstumo “Amigos de Dios”, el Fundador del Opus Dei hablaba del extraordinario grado del amor de Dios a los hombres y, para caracterizarlo, utilizaba una de sus más audaces expresiones: “Esta corriente trinitaria de amor por los hombres se perpetúa de manera sublime en la Eucaristía” (Es Cristo que pasa, n.85).

La fe como respuesta

Evidentemente la verdad de Dios tiene un carácter “insondable, inconmensurable, inabarcable. De este modo arranca el profesor Luis Romera la última parte de su discurso sobre “la inspiración cristiana en el quehacer educativo”, por eso a la hora de hablar de respuestas del hombre a Dios, debe referirse a la confianza y abandono en sus manos.

Como la pequeña levadura en la masa

Hace unos días se ha colgado en la página web del Opus Dei, y allí se puede seguir consultando, un extraordinario documento gráfico de apenas treinta minutos de duración, acerca de la travesía que recorrió a pie san Josemaría y algunos más en los últimos días de noviembre y primeros días de diciembre 1937, en plena guerra civil española, para poder cambiar de zona, recuperar la libertad y desarrollar una vida pastoral normal.

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